Diaguita
El Pueblo Diaguita:
Hijos de la Tierra, Forjadores de la Vida.

En el corazón del Valle de Calchaquí, donde el viento susurra entre las pircas ancestrales, habitamos los Diaguitas. Herederos de una cultura milenaria, descendientes de los primeros agricultores que cultivaron la tierra y domesticaron animales en estas latitudes. Somos hijos de la Pachamama, la Madre Tierra, y guardianes de los secretos que guardan las montañas.

Nuestra historia se remonta a miles de años, cuando nuestros ancestros construyeron ciudades de piedra, tejieron coloridos tapices y esculpieron figuras de arcilla que reflejaban su profunda conexión con la naturaleza. El sol, la luna, las estrellas y los ríos eran venerados como deidades, y la vida se regía por el ritmo de los ciclos agrícolas.

La vida en el valle era sencilla y armoniosa. Cultivábamos maíz, quinoa y porotos, criábamos llamas y alpacas, y tejíamos mantas y ponchos con la lana de nuestros animales. La comunidad era la base de nuestra organización social, donde la reciprocidad y el trabajo conjunto eran valores esenciales.

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Sin embargo, la llegada de los conquistadores españoles cambió nuestro destino. La guerra, la enfermedad y la explotación diezmaron nuestra población y nos obligaron a abandonar nuestras tierras ancestrales. A pesar de la tragedia, nuestra cultura no se extinguió.

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Hoy, los Diaguitas resistimos en pequeños pueblos y comunidades del la zona centro norte de chile y en comunidades del norte argentino. Mantenemos viva nuestra lengua, nuestras tradiciones y nuestra cosmovisión a través de la música, la danza, la artesanía y la agricultura familiar.

La Pachamama sigue siendo el centro de nuestra vida. Celebramos su fertilidad con rituales ancestrales como la Chaya y el Tinkuy, agradeciendo sus frutos y pidiendo por su protección. Los Apus, montañas sagradas que guardan la sabiduría de nuestros ancestros, velan por nuestro bienestar.

En un mundo cada vez más globalizado, los Diaguitas luchamos por mantener viva nuestra identidad. Enfrentamos el desafío de la discriminación, la falta de oportunidades y la presión cultural del mundo dominante. Pero no nos rendimos.

Soñamos con un futuro donde la cultura Diaguita sea reconocida y valorada. Queremos que nuestros hijos aprendan nuestra lengua, que se sientan orgullosos de sus ancestros y que puedan vivir en armonía con la Pachamama.

Somos Diaguitas, hijos de la tierra y forjadores de la vida. En nuestras manos está construir un futuro donde la tradición ancestral y el mundo moderno se encuentren en equilibrio, donde la fuerza de nuestras raíces nos impulse hacia un destino de esperanza y bienestar.

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